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jueves, 14 de junio de 2007

Como la vida misma


Publicado en "www.deboedovengo.com" por Enzo Maqueira.

Uno puede ser de la ribera y ganar todo, sin dejar de recordar con melancolía los tiempos viejos cuando aquello era un club de fútbol y no una máquina de hacer millones. Uno puede ser del equipo que dio todas las vueltas y que, seguramente, la volverá a dar una y cien veces más, aunque hoy sea una sombra de lo que alguna vez fue. También puede uno ser hincha de un rojo club que perdió su reino, pero no su estirpe de campeón de paladar fino. O alentar los colores de aquel equipo que se hizo empresa y supo afrontar todas sus desgracias con el obstinado fervor de los que jamás pierden las esperanzas.

Pero uno tiene que ser de San Lorenzo si quiere saber cómo se siente estar vivo. Y no hay otra posibilidad de entenderlo, sino es viendo cómo se desgarra el tablón de una vieja cancha que todavía resuena en las calles de Boedo; o cómo se cae un grupo de hombres y queda aplastado bajo el peso de las malas dirigencias, de los técnicos de paso, de los jugadores que hacen las valijas apenas apoyan el primer botín. Porque así como llega la mala y viene toda junta, siempre soplan vientos de cambio y entonces uno tiene un cabezazo en Rosario y una vuelta esperada por 21 años; siempre aparece un ingeniero que construya una máquina capaz de subir las escaleras al cielo, con un tendal de victorias y juego bonito; siempre hay una tarde de 1993 y un estadio que se levanta en lo que alguna vez fue una laguna muerta. Y siempre hay un tiempo para un equipo triste que cae en desgracia y tiene la fe para levantarse de su noche más oscura y llenarla del brillo de un nuevo campeón.

Hay que ser de San Lorenzo para entender lo que es la vida; para entender que no se sufre siempre, pero tampoco siempre se logra ganar. Que todo cuesta el doble. Que el trabajo es el único camino posible. Que la fe es lo último que se pierde y que los milagros existen, aunque nadie sepa bien cómo, ni por obra de quién. Y que las malas son muchas más que las buenas. Y que las buenas llegan tarde o temprano y son un estallido de bronca, de euforia, de un llanto adelantado por todas las que habrán de venir. Por eso no queda más remedio que subirse al tren, abrir bien grandes los ojos, dejar los brazos abiertos y esperar que otra vez sople esa brisa distante que se convierte en ciclón. Porque San Lorenzo es el mejor antídoto contra la muerte.
Como la vida misma.

martes, 12 de junio de 2007

La viveza, entre la inteligencia y la estupidez

De Marco Denevi.
Publicado en La Nación, 23 de octubre de 1987


Frente a un problema concreto, la reacción mental del hombre inteligente es dinámica: buscará el camino de la solución, a menudo a través de exploraciones, de asedios desde distintos flancos, de razonamientos abandonados en un punto y recomenzados en otro, hasta encontrar la salida. En latín, salida se dice exítus, que los ingleses tradujeron por exit. La inteligencia conduce al éxito.

Ese mismo idioma, madre del nuestro, cuyo estudio hoy les parece superfluo a algunas autoridades universitarias, tiene un verbo, stupere, que significa quedarse quieto, inmóvil, paralizado y, en sentido traslaticio, mentalmente detenido como delante de un cartel que dijera stop.

De ahí deriva la palabra estúpido: hombre que permanece entrampado por un problema sin atinar con la salida, aunque a veces adopte la agitación convulsa de una mariposa encandilada por una luz muy fuerte o los movimientos desesperados de un animal dentro de la jaula. Hablo siempre de lo que ocurre en la mente. Las dos únicas reacciones del estúpido serán o la resignación o la violencia, dos falsas salidas, dos fracasos.

Salvo casos patológicos, todos somos inteligentes respecto de un tipo de problemas y estúpidos respecto de otro tipo de problemas. Pero nuestra inteligencia y nuestra estupidez no dependen de nuestra moral. Hay inteligentes moralmente canallas y hay estúpidos moralmente intachables. Cuánto la inteligencia y la estupidez le deben a los genes y cuánto a la educación (digamos, a la gimnasia) es un asunto que dejaré de lado para que no me usurpe todo el espacio del que dispongo.

Pero no querría pasar por alto un dato: sin el auxilio del intelecto, esto es, de la capacidad para el análisis crítico del problema, y sin la posesión de conocimientos relacionados con ese problema y adquiridos por experiencia propia o por revelación ajena, la pura inteligencia no llegaría muy lejos en el camino del éxito. La estupidez, por más que acumule conocimientos, no sabe qué hacer con ellos. Y no es raro que un intelectual, ducho en el análisis crítico, sea incapaz de hallar soluciones.

Sabiduría

El desarrollo, en un mismo individuo, de la inteligencia, del intelecto y de los conocimientos bien puede llamarse sabiduría, si no en la acepción teísta que le dan las Escrituras, por lo menos como tributo humano susceptible de adquisición y de pérdida. Pero aunque no haya sabios in omni re scibile, y hasta Leonardo da Vinci falle en sus experimentaciones con los óleos y pigmentos de sus cuadros y Albert Einstein no acierte a ubicar el hotel donde se aloja, ambos merecen el título de sabios no menos que Plinio el Viejo, muerto, sin embargo, según Suetonio, a causa de una estúpida temeridad.

Con alguna frecuencia la realidad nos pone, de momento, mentalmente paralíticos. Es cuando decimos que estamos estupefactos, lo cual significa "estar hechos unos estúpidos". La inteligencia, si la tenemos, vendrá a rescatarnos de esa pasajera estupidez que, por no ser insalvable, se llama estupefacción. A propósito: alguna vez Solyenitzin escribió que la televisión nos sume en largos intervalos mentales de inmóvil estupor. ¿Dispondremos de la suficiente inteligencia como para no ser dañados por los poderes estupefacientes de la hogareña y diaria televisión?
Situada a mitad de camino, entre la inteligencia y la estupidez, la viveza comparte, con la inteligencia, el dinamismo mental y, con la estupidez, la incapacidad para encontrar la solución de un problema. Se mueve, pero no en la dirección de la salida. ¿Hacia dónde se dirige? Ese es su secreto, la fórmula que le permite ponerse a resguardo de la humillación y del desprestigio que sufre la estupidez.

La viveza, creo yo, es la habilidad mental para manejar los efectos de un problema sin resolver el problema. El hombre dotado de viveza, el vivo, no ejercita la inteligencia sino un sucedáneo de la inteligencia, apto para entenderse con las consecuencias prácticas del problema, pero no con el problema mismo.
Dicho de otro modo, el vivo se mueve mentalmente en procura de cómo eludir los efectos del problema, de cómo (en la mejor de las hipótesis) volverlos beneficiosos para él o (en la peor) de cómo desviarlos en perjuicio de un tercero. La viveza, pues, necesariamente se conecta con la moral. Sin el concurso del egoísmo no se puede ser vivo. Y para echarle el fardo al prójimo sin que éste se resista es imprescindible cierto grado de inescrupulosidad y hace falta practicar algún género de fraude siquiera verbal.

Observado durante un corto plazo, el vivo da la impresión de haber obtenido éxito, de ser inteligente: se desplaza entre los problemas sin padecer las consecuencias o, mejor aún, sacándoles provecho. Como el flujo de los efectos no se interrumpe, el vivo no puede entregarse a los ocios y recesos de la viveza. De ahí que se lo suela calificar de "despierto". Aparenta una brillantez mental que engaña a las miradas superficiales. El inteligente, cuando está armando sus estrategias para atacar un problema, parece amodorrado y, en comparación con el vivo, un poco estúpido.

Cuanto más complejo sea el problema, más exigirá del inteligente paciencia y esfuerzo, más lo someterá al silencioso y tedioso análisis crítico y al constante repaso de los conocimientos. La viveza no puede permitirse esas demoras. Los efectos prácticos del problema no esperan mucho tiempo para hacerse sentir. De modo que el vivo está obligado a la rapidez y, consecuentemente, a la improvisación de sus métodos por lo general empíricos. Otra vez el inteligente, comparado con el vivo, parecerá lento y hasta torpe.

Si los efectos del problema, por su magnitud o por su complejidad, sobrepasan las posibilidades de la viveza para eludirlos, para aprovecharlos o para torcerlos hacia un costado, el vivo, por fin acorralado como un estúpido, no sucumbe ni a la resignación ni a la violencia, no confesará jamás su fracaso, no devolverá las armas que esconde en su mente: buscará algún chivo emisario a quien cargarle la culpa.

En todas las sociedades conviven los inteligentes, los estúpidos y los vivos según proporciones distintas para cada una de ellas. Para Borges no había ningún italiano ni ningún judío estúpidos. Exageraba, sin duda.

Pero ahora imaginemos (imaginemos, digo) un país ficticio donde, por razones genéticas o por razones históricas, los vivos estén en mayoría. Esbozaré la novela de lo que podría ocurrir en ese país imaginario.

Puesto que son mayoría, unos vivos ocupan el gobierno. Y otros vivos los eligen. Los vivos que los eligen, y por supuesto los estúpidos, incapaces de solucionar los problemas del país, los transferirán a los elegidos. Y los elegidos, como vivos que son, se dedicarán a lo suyo: ponerse a salvo de los efectos de los problemas, sacarles provecho o desviarlos hacia los demás, así sean vivos, estúpidos o inteligentes.

Durante un tiempo los estúpidos parpadearán de catatonia mental, los inteligentes se sentirán marginados y los vivos tratarán de imitar la viveza de los gobernantes. Mientras tanto, los problemas, sin resolver, se acumulan, se multiplican, se superponen.

Stop

Hasta que, fatal, llega el día en que los problemas forman una pared compacta con un cartel que dice stop. Y ahí la sociedad se detiene. Entonces los estúpidos, si no se resignan, se vuelven violentos. Los inteligentes toman su valija y huyen. Y los vivos corren de un efecto a otro efecto vendando aquí, remendando allá, emparchando más allá. Dejan los bofes en ese desesperado ir y venir por entre el caos de los efectos sin control. Y para disimular su impotencia recurren a los fantasmas de los chivos expiatorios y a un lenguaje esquizofrénico que, disociado de la realidad, seguirá pronunciando el discurso con que alguna vez embaucaron a la estupidez.

Estúpidos de brazos cruzados o de brazos armados, inteligentes en fuga, vivos parlanchines y desesperados: tal sería la imagen de ese país ficticio caído al pie del ominoso stop. Para él no habría sino una salvación, un grito de guerra: ¡La inteligencia al poder! Salvo que todos los inteligentes hayan huido, hipótesis que no parece verosímil, la novela podría tener un final feliz.

martes, 26 de diciembre de 2006

Las Celebraciones de la ignorancia

Parece que alguien llamado Ignacio Valle, no lo se a ciencia cierta, inició esta campaña contra la pirotecnia. Llegó a mi casilla de correo por otro medio, pero merece ser leído. En todo caso estoy de acuerdo y por eso lo publico. Saludos.

Las Celebraciones de la ignorancia
¿Es imposible detener la estupidez masiva?, ¿será posible desatar una lluvia global calma, pero permanente, que logre arruinar la imbécil celebración pirotécnica del sinsentido durante dos ocasiones puntuales consecutivas?
Todas y cada una de las personas que en el mundo mantienen la tradición de un festejo desubicado, violento y absolutamente amoral creen, ilusionadas, existir como individuos autodeterminados, creen estar manejando sus vidas e influyendo poderosamente en sus entornos inmediatos y más allá. Esperan ansiosos a dos de los "permisos anuales" de un sistema milenario que los maneja como miserables cobayos de laboratorio para desatar los contrasentidos más ridículos, los excesos y los "crímenes permitidos" más crueles e impredecibles contra el medioambiente y sus cohabitantes menos salvajes, humanos y no humanos.
Como válvulas de escape absolutamente caóticas el descontrol reinará hegemónico durante las próximas fiestas, demostrando con evidencias irrebatibles nuestra espantosa condición de rebaño ignorante integrado por depredadores manipulados hasta el infinito que adolecen del mínimo grado posible de conciencia, no sólo en cuanto a lo que es bueno o malo; ni siquiera sabemos quienes somos, no hay conciencia propia de la existencia.
Muchos de ustedes podrían, con cierta lógica, inferir que éstas palabras son, en sí mismas, una manifestación exagerada en cuanto a que existen circunstancias cotidianas e históricas mucho más trágicas que "las fiestas", pero las absurdas e insoslayables contradicciones fáctico-conceptuales que suceden durante estos estúpidos festejos son testimonios muy pesados como para no ser tomados en cuenta, fieles bocetos de lo que somos capaces en los crudos planos de lo empírico.
Tanto quienes se identifican con la izquierda como con la derecha, así como los intransigentes centristas, cada una de las personas que busca una excusa ideológica, filosófica o religiosa como ruta para poder escapar de la terrible percepción del vacío existencial se masificarán en dos ridículas circunstancias que desnudarán la hipocresía, el egoísmo, la inmadurez supina y la ignorancia más violenta, actitudes capaces de bosquejar con crudeza nuestra pésima condición social.
No soy un profeta divino, ni un profeta del odio, ni un profeta de alguna de las miles de variables posibles en cuanto a los baratos recursos místicos para el escape; soy un igual, un tarado parcial y circunstancialmente conciente de algunas cositas que hacen del mundo un lugar siempre un poquitito peor…
Y te escribo porque vas a gastar $10.-, $25.- o $200.- en violentísimos petardos, en cegadoras cañitas voladoras y fuegos de artificio sofisticados; parece que necesitás con desesperación mostrar que estás ahí, con brutalidad vas a mostrarle a todos que no podés dejar de ser tenido en cuenta, y parece que esto sucede porque todavía no sabés bien quién carajo sos. Porque ese pequeñito poder momentáneo te sirve para sublimar, para escaparte de tu impotencia y tus frustraciones, pero en el día en que conmemorás el nacimiento del Rey de Reyes, el Rey de la Paz y la Compasión te pasás por el trasero toda la miseria y el hambre que ronda por ahí, muy cerca de tu casa. Ni hablemos del asco y el terror con los que vas a observar a quienes se acerquen descalzos hasta tus caminos, o tu casa, para pedirte una moneda…
Claro, tu dinero es tuyo, más que nada en Navidad, ¿cómo no vas a preferir reventar el aire y hacer vibrar las paredes de todo el barrio antes que tender mesas con alimento para los que sufren, en el día del Señor?, ¿pero cómo carajo podés permitirme decirte que tus festejos son una porquería hipócrita, violenta, descerebrada y egoísta manipulada por una derecha sanguinaria, salvaje y depredadora, o por una izquierda puramente declamatoria y vacía de acción social concreta, cuantas veces funcional a los argumentos represores del fascismo, vacía de amor y que sólo te sirve para tener la ilusión de que sos alguien especial?
Es muy poco probable que tu mesa navideña y de fin de año te encuentren en una comunión pacífica y conciliadora con vos mismo y con todo aquello y aquellos que te rodean; más bien mucho alcohol, pero mucho, y caro. Y mucho miedo, mucha agresión solapada, y expuesta, mucho volumen y alaridos superponiéndose entre sí, como desesperados reclamos de atención que logren ganar la batalla de los narcisismos heridos en el reinado de una guerra con tus íntimos, aparentemente eterna, que se da en el marco de la ignorancia de lo que es esencial, de lo que realmente debería importar.
De esta forma es que comprensiblemente te importa tres carajos que en éstas fechas se arrojen al aire alrededor de todo el globo, más de 225.000 toneladas de monóxido de carbono y otros tóxicos patógenos como producto de la pelotuda deflagración de pirotecnia. Y menos aún te calienta que decenas de miles de animales mueran de terror, víctimas de ataques cardíacos ante los flashes y explosiones de tu miserable festejo, o que grupos enteros de aves migratorias pierdan por completo el rumbo huyendo despavoridas de sus rutas sin lugar alguno al cual poder escapar, dada la masiva infección pandémica de la estupidez festiva. Menos aún te importan los nuevos mutilados, quemados, los nuevos ciegos de tu barrio y de tu familia, y los arrollados por el tránsito desenfrenado empapado en alcohol, intoxicados por la droga y la desesperación que nadan en el vacío más insondable, y como carajo te van a importar, ¿acaso no tendrían que morirse todos?
¿Y cómo es posible que te importe en lo más mínimo el hecho de que lo que estás celebrando es en realidad la conmemoración milenaria de las FIESTAS SATURNALES ROMANAS, circunstancias en las cuales el descontrol absoluto se permitía en el ámbito del Imperio Romano (incluyendo ocasionales violaciones y asesinatos)? Sucede que Constantino decreta, al tomar Roma (parte occidental del Imperio que se había escindido), al Cristianismo como religión oficial, comenzando la implacable persecución oficial de todo aquel practicante religioso no cristiano. Esto sucede a punto tal que por variables derivadas de dichos motivos asesina a toda su familia… Pero Constantino sabía que no le era políticamente conveniente censurar a toda tradición fuertemente arraigada a nivel popular, menos aún cuando la fuerza de ese arraigo estaba basada en los instintos más básicos e irrefrenables de esta raza tan primitiva y violenta (vos y yo), por lo que permite la continuidad de las SATURNALES prohibiendo algunas de sus características pero permitiendo algunos excesos violentos y gastronómicos, asignándoles a estas fechas el nacimiento de Jesucristo. Y, obvio, a vos no te importa un carajo.
Seguramente gastarás entre $300.-, $500.- o $1000.- en banquetes repletos de basura y banalidades que te van a rellenar hasta la inflamación y te van a regalar tres o cuatro días de descompostura rayando en la internación hospitalaria, pero jamás se te ocurriría acercar cuatro o cinco platos de comida y un par de botellas de agua mineral a las puertas de un barrio en el cuál muchos chicos sufren de insomnio porque el estómago les duele de hambre. Por supuesto, si tu dinero es tuyo y vos hacés con él lo que se te canta…; pobre iluso, aún no despertaste del sueño. Sos un programa, un programa absolutamente inconsciente de su programador, inconsciente también de la inconmensurable máquina dentro de la cual se desarrolla tu fantasía oscura o luminosa, incluyendo a todos los matices intermedios.
A partir del próximo Jueves vas a salir corriendo de tu casa, tu vehículo va a pulsear neuróticamente contra todo aquello que se te cruce jugando a la "mancha-muerte", con el único propósito de alcanzar el mítico grial de un estacionamiento privilegiado cerca del manicomio constituido por el compulsivo consumo patológico de fin de año. Y claro, ¿a vos que carajo te importa?, si sos capaz de convivir diligentemente con un grupo de asesinos que ahogan en un mar de sangre a un promedio de 7.000 personas por año, sólo motivados por llegar rápido y primero a sus mediocres y paupérrimos destinos circunstanciales…
Y vas a molerte a trompadas con el otro neurótico que va a colarse en la fila del negocio en el cual vas a satisfacer la idiota compulsión, a renovar la ilusión que tu bolsillo dentado es capaz de sostener, sacrifiques lo que tengas que sacrificar; personas, animales, biosfera completa y, en definitiva, a tu propia, desconocida, maltratada esencia, y a la misma paz (ya maltrecha) de tu familia. Pero jamás se te cruzaría por la cabeza el acercarle tus libros ya leídos a aquellos que viven sumidos en la miseria para, al menos, intentar una pequeña llama que ilumine los amplios basurales del imperio de la oscuridad. Obvio, tus libros son tuyos, son tu propiedad, como inocentes esclavos de una ignorancia profunda a los cuales (¡OJO!) no debe asignarse la culpa de su permanente manifestación.
Sí, sí, claro, estás pensando en EL ESTADO y sus malditas ausencias, que poco tienen de inocentes, sí…, quiero informarte algo, querido amigo/a; EL ESTADO está integrado por hombres y mujeres como vos y como yo; no son iluminados, ni ángeles de ninguna especie, no son enviados de una cultura 40.000 años avanzada respecto de la nuestra. Tus dirigentes, civiles o militares, son personas como vos, tan mediocres y dormidos como hábiles y concientes existan personas en éste planeta hoy por hoy.
Tus dirigentes no son tus padres, como vos subconscientemente quisieras, y manejan los ámbitos a su cargo al igual vos manejás aquellos ámbitos que te competen. Así como vos te escondés de tus responsabilidades y reclamás los lauros, gritando hasta ensordecer, así ellos hacen lo propio, actuando como sujetos manipuladores de tu necesidad primordial de idolatría, actuando también (DE VEZ EN CUANDO...) como chivos expiatorios de todas tus carencias materiales e intelectuales, de tu inacción e incompetencia. Y puedo asegurarte que no hay compensación económica alguna que logre hacer conciente a una persona de todo aquello a lo que sólo una introspección profunda y permanente permite arribar, por lo que resulta estúpido, absolutamente inviable, el reclamar que los "grandes poderes" sean detentados por conciencias profundas y responsables.
Cuando se acercaba la tragedia del boliche Cromagnón inicié una campaña Anti-pirotecnia que alcanzó a obtener una pequeña difusión, y muy discutida; molestaba encontrarse con un mail que parecía una estúpida espina distrayendo la imbécil emoción de poder repetir las usuales e inminentes salvajadas de fin de año. Incluso ciertos medios de comunicación se oponían arbitrariamente a difundir los textos dada la "inviabilidad política" de sus contenidos. Salvo un periodista de fuste: Don Marcelo Bartolomé, y no es necesario aclarar que Marcelo difundió el texto porque es un tipo al cual le cabe el sayo del respeto al pensamiento ajeno, y no porque el texto se hubiese originado en la mente de algún hábil intelecto. Queda a toda luz muy claro que quién aquí subscribe sabe que aún tiene demasiado por aprender...
Digo inviabilidad política hablando simplemente de no ponerse en contra a la audiencia estúpidamente conservadora en cuanto a sus tradicionales conductas violentas de todo psicótico fin de año. Y no hablo del conservadorismo político sino del 99% de las audiencias, esos superficialmente diferentes grupos de pensamiento enrollados en una madeja de irresponsabilidades cotidianas que constituyen la verdadera causa de nuestra realidad.
Obviamente TODOS los "grandes mediocres medios" de comunicación bebieron luego, morbosamente, la sangre derramada en las calles cercanas a Cromagnón, y dentro del mismo local también se encimaron desesperados al suelo a lamer las ultimas gotas. Ninguno de éstos medios mencionó su negativa previa a difundir la campaña antes mencionada, ninguno, obvio, pero ¿qué mierda esperaba éste estúpido iluso que hoy te escribe?. Y aún hoy continúan caminando lejos de la verdad, más bien cerca de satisfacer sus necesidades de supervivencia alimentando la hipocresía y auxiliando al placebo de una pseudo-justicia funcional a un sistema que necesita, para reinar con absoluta estabilidad, el alimento siempre profuso constituido por la ceguera estructural de las masas. Sucede que si las masas se transformaran en grupo de individuos autodeterminados y elevados a un camino de permanente crecimiento en su conciencia ninguno de los sistemas conocidos en este mundo lograría sobrevivir más de dos semanas.
Entre 1.000 y 1.400 chicos, de los cerca de 4.000 que se encontraban en el boliche, insultaban desaforadamente a Chabán y a Callejeros simplemente porque éstos amenazaban con no comenzar el show si no se detenían los disparos de fuegos artificiales. El edificio entero temblaba ante los saltos de la multitud enardecida que reclamaba por su derecho a desatar el infierno; finalmente lo lograron, y la tragedia fue indulgente porque podrían haber muerto dos mil, o más, no las 192 personas que finalmente partieron. Luego las hienas de la política, aliadas a las fieras de los mediocres de la comunicación y a los lacayos de diferentes estamentos de los poderes civiles armaron el circo "políticamente correcto" que les permitiese sobrevivir incólumes, y aún más fortalecidos tras la previsible crisis. Armaron crucifixiones, espectaculares simulaciones de los ejercicios institucionales en el marco de uno de los usufructos más flagrantes a la Constitución de nuestra historia. El terrible ejercicio buscó y logró la sublimación de la furia popular, una furia que de no haber sido bien contenida tal vez hubiese permitido la dilucidación profunda de las verdaderas causas de la tragedia; conciencia popular respecto de la propia decadencia, una decadencia inexorablemente creadora de un dolor infinito dada su extraordinaria capacidad de mutación tanto más oculta sea mantenida a lo largo de los siglos.
Terriblemente patético resulta comprender que dicho circo general fue armado buscando lograr la supervivencia de las causas verdaderas de la tragedia: la terrible pauperización de la cultura popular, la ausencia casi absoluta de altos referentes válidos para la juventud, la virtual desaparición de lazos familiares profundos, constituidos en una comunicación amorosa y profunda que sellara las fisuras emocionales e intelectuales lógicas de la adolescencia a través de las cuales busca infiltrarse continuamente todo sistema posible de dominación hegemónica.
El motivo del operativo estuvo centrado en esconder todo esto lo más profundamente posible como para perpetuar este estado deplorable, este sistema de cosas, la esclavitud, el temor, una existencia repleta de limitación, la disolución de la familia y su reemplazo casi absoluto por la institución del consumo. Ésto último fue el objetivo primordial del monstruoso operativo teatral.
El horror de los sucesos harto conocidos en forma asquerosamente superficial por todos nosotros no fue nada ante el tremendo y terrible estupor que sentí a las pocas horas de dicha tragedia; escuché como millones de personas se cagaban horriblemente sobre la memoria de los muertos del boliche, dando rienda suelta a una nueva batería de espantosa pirotecnia durante la noche de ese año nuevo. Se me escapó el animal enfermo que aún no logré trascender y casi termina sucediendo una tragedia en mi barrio, sentí el impulso irrefrenable de matar, mi impotencia me encegueció. Soy músico y siento como pobrísima a la calidad de CALLEJEROS en cuanto a su calidad profesional, tampoco desconozco que son reales coautores de la masacre (una de mis alumnas sobrevivió a la tragedia), pero bajo ningún concepto puedo admitir la bajeza inmoral masiva a la que asistí esa noche de año nuevo a todo mi alrededor.
Es sencillamente imposible concebir que las personas no entiendan que lo que es malo no ayuda, no ayudan ni alcohol, ni la marihuana y las demás drogas, así como tampoco ayuda el tabaco que mata a 40.000 personas al año (sólo aquí) sin que nadie emita prodigiosos, románticos, épicamente aguerridos discursos poéticos llenos de arenga e incitaciones a la revolución. Es muy extraño, ya que resulta evidente, y a todas luces queda expuesto, que fueron, son y serán las multinacionales dueñas del planeta aquellas financistas y empleadoras netas de los gobiernos más extremistas y genocidas de la historia de la humanidad.
El punto al que quería aludir es el siguiente: ¿cómo podés vos imaginar que una entidad virtual como EL ESTADO se haga cargo de subsanar la miseria y el infierno que viven millones de seres humanos (y no humanos) cuando sucede que ni siquiera podés caminar con la vista al frente y para ello zambullís tu avergonzada y temerosa mirada en el vacío infinito, en tu miserable celular lleno de lucecitas, en tu virtual jaula-aislante de MP3, o detrás de tus intensos (e hipócritamente prohibidos) cristales polarizados?
EL ESTADO es una entidad virtual, potencialmente divina o diabólica, cuya manifestación cinética no es ni más ni menos que el reflejo de cada uno de nuestros universos personales repletos de carencias e ignorancia, por lo que tus discursos en pro y en contra, tus declamaciones de nada sirven y son sólo ruidos que se apilan en este paisaje execrable. ¿Quién es capáz de afirmarse poseedor de la autoridad moral necesaria para juzgar y condenar a otros cuando sus propios ámbitos sufren el embate ineludible de su negligencia y su inacción?, ¿quién es capáz de creerse inocente y desconocer con una extrema ignorancia supina que SIEMPRE EL TODO ES LA SUMA DE LAS PARTES?
No estoy desconociendo estúpidamente la idiosincrasia criminal de los diversos estamentos de los diferentes poderes vigentes, te estoy diciendo que ellos representan, como mucho, la amplificación multiplicada de tu propia idiosincrasia elevada a niveles masivos…. Si sólo por un momento fueses capaz de intuir y ver lo que tus errores íntimos producen en aquellos ámbitos concernientes a tu intimidad podrías comenzar a comprender que, manejando cuantiosas sumas de poder, esta realidad global continuaría tal cual es, y tal vez mucho peor…, ¿o un poquito mejor, tal vez?
¿Te hacés cargo de modificar los paisajes que transitás, o simplemente gritás catarsis de un idealismo tan extremista y lejano que el mismo sistema te emplea contento y presuroso? El sistema te emplea para que funciones como válvula de escape para una silenciosa y popular presión insostenible, una presión que no encuentra alivio en las otras alucinaciones a los que han logrado acceder quienes no han sido (aún) completamente despojados de toda dignidad imaginable, y la acción de tu ilusionismo permite al desposeído aliviar sutilmente la ingente angustia tan cercana a la muerte de forma que el desesperado logre sobrevivir un día más para continuar en la esclavitud de su ignorancia, que, dicho sea de paso, no es una ignorancia mayor que la tuya, o la mía. Porque el monstruo que gobierna desde hace miles de años somos todos nosotros, los ignorantes de lo que es esencial.
Siento que lo esencial sólo puede conocerse a través de la acción, y siento que la acción es la adquisición de conciencia profunda. Pero discursar acerca de lo esencial es una falacia, siento, ya que mi lenguaje no es capáz de traducir la profundidad del entendimiento a la que es capaz de arribar el sentir. La madurez de nuestra raza está muy lejos aún, pero no podemos permanecer impasibles, tenemos que comenzar hoy; detener la estupidez más básica es urgente, necesario y útil. El que cada uno de nosotros/as actúe dentro de los 10 metros cuadrados más cercanos puede cambiar el curso de la historia, ya no esperes iluminados porque no va a venir ninguno.
Si estás leyendo estas letras es porque entendiste que éste texto no es un insulto dirigido hacia tu persona, es un impersonal llamado de atención, tal vez un mediocre compendio de relatos y conceptos que buscan desesperadamente alguna clase de mínima reacción tendiente a modificar, aunque sea sutilmente, todos aquellos motivos de esta obscura descripción. Por favor te lo pido, asumite y difundí esta catarsis, podría neutralizar, al menos, algún destino espantoso.
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